miércoles, 4 de enero de 2012

Te extraño.

El Sol me cubría por completo, 
el reloj marcaba una hora cualquiera en torno a las tres de la tarde.
 Era extraño,
 pero mi estado anímico siempre había estado estrechamente relacionado con las nubes del cielo,
 sin embargo todo había cambiado y
 estaba claro que eras tú, 
el Sol había iluminado por completo la ciudad, pero tu recuerdo nublaba mi vista,
congelaba mis sentidos y me envolvía en una espesa niebla,
las gotas de lluvia en esta ocasión no podían ser otras que mis propias lágrimas.
Era extraño sentir como
se deslizaban todas y cada una de ellas por mis mejillas,
lenta y pausadamente,
provocando en mi escalofríos que recorrían el completo de mi cuerpo
como en busca de algún rincón dónde aún quede algo de ti.
Rincones como aquellos en los que tus dedos
se dejaban llevar y dibujaban corazones sobre mi piel,
como aquellos otros por los que tus labios,
demostraban el verdadero significado de amor,
rincones por los que aún se podía palpar el calor de tu aliento sobre mi ser.
Era extraño, 
todo eso,
más aún era extraño
 el por primera vez necesitarte y no tenerte,
no más,
era extraño el te extraño.

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